El número de personas que alcanza edades avanzadas se eleva notablemente; es una de las características demográficas más señaladas del siglo XXI. Sin embargo, esta circunstancia suele ser considerada también como una grave amenaza. Se achaca a los mayores ser una creciente carga financiera. La vejez no tiene buena prensa. Se la relaciona casi siempre con problemas e inconvenientes. ¿Pero es realmente así? Sin negar que las dificultades existan, creemos que pueden ser abordadas con éxito. ¿Acaso carecen de complicaciones las restantes etapas vitales? Parece evidente que no es así.

La mayor esperanza de vida ha supuesto un incremento notable de personas mayores en todo el planeta. La II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento se celebró en Madrid, en 2002. La OMS señaló en ella que el envejecimiento demográfico es uno de los mayores triunfos de la humanidad, al tiempo que uno de sus mayores desafíos. Por esta razón, defendió el envejecimiento activo como marco político para afrontar la nueva realidad. Mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen es una obligación de los poderes públicos; no obstante, derribar las barreras que dificultan su puesta en marcha es, asimismo, un deber de toda la sociedad.

Nunca tantas personas habían vivido tantos años como ahora. Tampoco lo habían hecho en unas condiciones similares a las actuales. Las personas mayores disfrutan hoy de una calidad de vida superior a la de cualquier otra época pasada. Tienen mejores circunstancias socioeconómicas, niveles formativos más elevados y un estado de salud satisfactorio. En unas pocas décadas, la imagen de las personas mayores se ha transformado considerablemente; del mismo modo, la representación tradicional de la vejez se retrasa. Mientras que hace años una persona se consideraba anciana tras jubilarse, muchas con 80, 90, 100 y más años muestran hoy una vitalidad y un dinamismo inusuales.