
Se habla mucho de la microbiota, es cierto. Las noticias sobre ella son abundantes; sin ir más lejos, está presente en la entrada anterior. Y es que uno de los científicos que investigó el secreto de la longevidad de María Branyas hace referencia a ella. Al parecer, las características de la microbiota intestinal son un factor de peso en cuanto a la protección de las enfermedades que suelen acompañar a la vejez. Entre otras, las dolencias cardiovasculares, de las que Branyas se libró pese a vivir tantos años.
Se habla mucho de la microbiota y sus efectos
Para entender la importancia de la microbiota es necesario saber qué es. Pues bien, se trata del conjunto de microorganismos que reside en un individuo. Cada ser vivo está colonizado por millones y millones de especies invisibles a la vista. Las hay de todo tipo: virus, bacterias u hongos, entre otras, que se distribuyen por todas partes. Están en la piel, la boca y la nariz, los oídos o la zona urogenital y, cómo no, a lo largo del tracto intestinal; en especial, en su porción más distal: el intestino grueso.
En contra de lo que pudiera parecer, no son enemigos de la persona que los aloja, sino sus aliados. Una de sus funciones es la protección frente a los patógenos, mediante la estimulación del sistema inmunitario. Pero su labor no acaba ahí. También son esenciales para la síntesis de ciertas vitaminas, facilitan la digestión de los alimentos, favorecen el peristaltismo o movimiento intestinal y regulan el funcionamiento del sistema nervioso.
La falta de equilibrio de la microbiota intestinal tiene secuelas muy perjudiciales. De hecho, se le atribuye una influencia notoria en la aparición de problemas de salud como la obesidad, la diabetes tipo 2, la inflamación intestinal y hasta alteraciones de carácter psíquico, como la depresión o la ansiedad. De ahí que para referirse a ella se han utilizado términos como el de «órgano adicional» o el de «segundo cerebro».
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