Las viviendas para personas mayores deben adaptarse a sus necesidades e intereses reales, cada vez más heterogéneos. La esperanza de vida no deja de crecer. En los próximos años, el volumen de población de mayor edad seguirá incrementándose. Pero, en España, el sector de la vivienda no tiene en cuenta la nueva dinámica demográfica. La arquitectura juega un papel determinante en cuanto al diseño del hábitat humano. Y en esta materia, estamos lejos de nuestro entorno más próximo. En Europa, desde hace décadas, vienen desarrollándose experiencias aún inéditas en nuestro país.
Variedad en las viviendas para personas mayores
Ayer, 11 de diciembre, en la sede del Imserso, en Madrid, tuvo lugar una jornada sobre este importante asunto. Estaba organizada conjuntamente por la Fundación Pilares y la Fundación Caser. Llevó por título «Viviendas para personas mayores en Europa. Nuevas tendencias para el siglo XXI». Los diferentes ponentes ofrecieron un amplio panorama sobre el estado de la cuestión. Al final de la jornada se presentó el libro cuya portada encabeza esta entrada. El ejemplar contiene las intervenciones de los distintos participantes.
Las características de las viviendas para personas mayores son muchas y variadas. Para empezar, el término mayores abarca una amplia franja de edad con necesidades muy distintas. No es lo mismo una persona de 65 años que una de 95: tampoco es igual ser independiente y autónomo que sufrir algún tipo de discapacidad; o vivir en una ciudad que, por el contrario, en el ámbito rural. En cualquier caso, lo importante es dar respuesta a las particularidades que rodean la vejez. Las viviendas para personas mayores resultan en cualquier caso una buena opción a las residencias tradicionales. Una alternativa que las generaciones de mayores actuales, con más salud, mayor nivel sociocultural y mejores condiciones económicas que antaño, demandarán en mayor medida en un futuro próximo. Es de desear que la escasa presencia de los modelos de convivencia se modifique lo antes posible.