De la sexualidad feliz después de los 80 años trata un reciente fotorreportaje de la revista El País Semanal. Pocas noticias ilustran mejor que esta el intenso cambio experimentado por quienes han alcanzado la vejez. Considerar a los mayores como seres asexuados es un estereotipo muy común; durante años, se tachaba de viejo verde a quien exteriorizaba inclinaciones sexuales. Hoy, el artículo aborda el deseo de estas personas con total naturalidad. Felicitamos por ello a sus autores.
Entre los entrevistados están Carmen, de 81 años, y Bartolo, de 84, que se conocieron en un programa de televisión. Tras enviudar, él había intentado suicidarse; ahora llama a Carmen su medicina y viven felices juntos. También vemos a Encarnación, de 80 años, que busca pareja; confiesa sentir el mismo ardor sexual que una jovencita de 15. Rosario, de 85 años, asegura mientras se maquilla que necesita algo más que sexo. Candela, de 79, quiere un hombre, como mucho, de 50; aunque afirma con humor que ellos ni la ven. Florencio, de 84 años, se quedó viudo hace cinco y huye de la soledad; ha utilizado diversos métodos para encontrar pareja, pero ninguno le ha servido hasta ahora.
Sexualidad feliz después de los 80: deseo, placer, vínculos…
La tolerancia y permisividad con que se contempla actualmente la sexualidad ha afectado felizmente a los mayores. Muchas personas mayores ocultaron de jóvenes emociones y sentimientos eróticos socialmente reprobados. Hoy, por el contrario, se acepta la libre expresión del deseo como un derecho de la persona a lo largo de la vida. La sexualidad no tiene edad y, además, es una fuente saludable de placer y vínculos compartidos. Los afectos recíprocos no deben reprimirse en la vejez, aunque tampoco forzarse. Cada cual puede elegir libremente sus propias opciones amorosas, que deberán estar guiadas por un único precepto: no dañar ni herir a otros. Convenciones sociales que, en otro tiempo, condicionaron negativamente la vida de muchas personas, hoy se rechazan con firmeza. La sexualidad feliz después de los 80 no tiene por qué esconderse o negarse. Nunca es demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido.