Pese a no ser un hecho habitual, se puede aprender a leer en la vejez. Y es que para el aprendizaje no hay edad. Según el INE, la tasa de alfabetización de los españoles supera el 98,5%. La proporción supone que unas 580.000 personas no saben leer, ni escribir. Son mayores y, en su mayor parte, mujeres. Sus biografías se ubican en un entorno que, de un modo u otro, les impidió el acceso al aprendizaje en la infancia.
Crecieron sin recibir la instrucción más básica: la asistencia a la escuela, si la hubo, fue corta. La ayuda a la familia era primordial para la subsistencia. Se transformaban a la fuerza en adultos siendo muy niños. Una época histórica marcada por la escasez y la falta de recursos; tiempos duros, ya lejanos. El número de afectados es cada vez menor. Y la edad de la mayoría de los que viven, muy avanzada. Sin embargo, no en todos los casos es así, tal y como pone de relieve la noticia de hoy.
Qué hace falta para aprender a leer en la vejez
Los mayores sienten la falta de conocimientos como un gran vacío; un pesar que les ha acompañado a lo largo de la vida. La sociedad actual ha de satisfacer esa deuda con ellos. No son pocos los mayores que acuden a las aulas. Y la motivación es el eje que sustenta su afán; a los jubilados les gusta estudiar.
Rosario, la protagonista de la crónica, tiene 66 años. Durante años, sufrió los efectos de no saber leer; el recuerdo hace que aún llore. Pero está resuelta a llenar ese hueco. Y acude a un Centro de Educación de Personas Adultas (CEPA). Ya escribe al dictado e identifica palabras con imágenes. Y se comprará un libro de poesía cuando sepa leer bien. Seguro que lo hará pronto, el ánimo no le falta.
En este enlace al periódico El País se puede leer la noticia.
