El bienestar animal es objeto de un intenso debate en estos días. La causa es una entrevista del ministro de Consumo en The Guardian que llevó el asunto a la esfera de la política. Y se desató la tormenta. El detonante fue su crítica a la ganadería intensiva. Se trata de un método de crianza en entredicho por sus efectos nocivos. Frente a este patrón, defendió a la ganadería extensiva. Y es que esta no solo es más respetuosa con los animales, a los que da unas mejores condiciones de vida, también lo es con el medio ambiente.
La ganadería intensiva en un modelo no sostenible. A los animales se les instala para su explotación en grandes naves industriales que no son tan solo una fuente de malos olores; además, y más grave, es que contaminan el suelo, por la gran cantidad de purines (excrementos más agua) que se generan. Los nitratos que contienen se filtran y contaminan el agua, lo que impide su consumo. En resumen, un patrón que hay que cambiar cuanto antes.
La experta que mira por el bienestar animal
Las declaraciones sobre el asunto han sido muchas. Y muy encendidas. Unas por el interés del propio beneficio. Otras, por el contrario, poniendo en la balanza razones de peso. En el debate ha terciado una mujer que lleva toda su vida estudiando a los animales. Se llama Jane Goodall. A finales de los 80 lideró una campaña a favor de la defensa del medio ambiente. Y sigue en la brecha. No reclama cerrar ya este tipo de granjas, pero sí dar pasos en su mejora.
Su última obra se titula El libro de la esperanza. Habla en ella de cómo enfrentarlos a un planeta que está en peligro. Está en juego el bien común. Los jóvenes protestan por el cambio climático. Y es que los mayores tenemos una obligación moral con ellos. Dejarles un mundo en unas condiciones medioambientales, al menos, mejores que las de hoy. El reto no es pequeño.